(En síntesis): La crisis del COVID-19 expone problemas para los cuales no hay vacuna disponible y no se ven soluciones (ni propuestas serias) en el corto plazo: la lucha contra el cambio climático.
Artículo realizado el 16/03/2020; a inicios del periodo de aislamiento social obligatorio.
Desde un enfoque más global, el COVID-19 nos deja una lección importante, pero decepcionante: la lucha para combatir el cambio climático es insuficiente. En medio de titulares que constantemente actualizan sobre el número de infectados o fallecidos, caídas de la bolsa y cómo se siguen preparando las diversas naciones, un acontecimiento importante ha salido de esta pandemia: reducción drástica en las emisiones de dióxido de carbono en grandes ciudades como Wuhan.
De acuerdo con el portal Carbon Brief, las emisiones de CO2 en China se han reducido 25% en las últimas 4 semanas. Esto representa, aproximadamente, 200 millones de toneladas que dejaron de ser emitidas por la menor producción industrial y el cese actividades vinculadas. A la fecha, estos son algunos de los números que nos deja la otra cara de pandemia —información al 04/03/2020—:
- El consumo de carbón en plantas de producción ha caído 36%
- El uso de plantas industriales ha reducido en 23%
- Las emisiones de dióxido de nitrógeno NO2 (basados desde una vista satelital) han caído en 37%
A nivel de país, la situación se nota también la reducción en las emisiones de NO2:
Si bien es difícil de asimilar —han habido muchos esfuerzos por luchar contra el cambio climático, lo que se ve en las nuevas tendencias de los consumidores y cambios culturales de grandes empresas—, se ha requerido de un evento ‘extraordinario’ y que la actividad económica se detenga para darle un respiro al planeta. Los esfuerzos actuales no bastan, lo que invita a la reflexión de si es culpa del mal accionar de la sociedad —los problemas, causas y propuestas de solución ya están disponibles, pero ¿se están ejecutando de manera correcta o son suficientes? —, o si es un problema estructural.
Desde la Cámara esperamos que estas situaciones no deseadas inviten a la reflexión, a ver qué cosas se pueden y deben cambiar, y cuáles son las verdaderas prioridades. Los mercados financieros —Dow Jones, S&P, Nasdaq, Nikkei 225, entre otros— han registrado las peores caídas desde la crisis del 2008 las últimas dos semanas. ¿Se recuperaron? Sí. El tipo de cambio se disparó y pasó los S/ 3.53 por dólar. ¿Retornó a los niveles de antes? También.
¿Se podrá, sin embargo, cambiar los hábitos de consumo en una economía tan interconectada? De toda la gente que hoy trabaja en casa por temas de prevención, ¿su productividad ha bajado o cambiado desde que no vienen a la oficina? ¿La salud y el cuidado personal tienen la valoración e importancia que merecen? ¿Hay formas de reducir el impacto en el medio ambiente —residuos, calidad del aire, uso prudente de los recursos naturales, etc.— sin tener que ‘parar de golpe’? ¿Se debería, si es necesario, empezar a vivir de manera más austera para limitar el impacto y ser verdaderamente sostenible? ¿Cómo haríamos eso o a qué deberíamos renunciar?
Parece que estamos lejos de encontrar esas respuestas, pero los problemas ya están aquí. Los grandes cambios deben venir de las autoridades como de las grandes empresas; sin dejar nunca de lado el esfuerzo que cada uno puede hacer. Un evento muy desafortunado ha logrado lo que las autoridades, grandes instituciones y empresas no están logrando: darle un respiro al mundo a nivel general. Esto no puede ser visto como algo positivo. Que el virus también sirva para reordenar prioridades —sanidad, consumo responsable, desarrollo realmente sostenible— mientras se lucha para combatirlo.
*Imágenes extraídas del portal de la NASA